Como un "eco de la topografía exterior" ha descrito el nuevo museo Broad, en el campus de la universidad estatal de Michigan, el equipo de arquitectos que, junto a la iraquí Zaha Hadid, ha firmado el proyecto. "Siempre comenzamos por investigar el paisaje. Buscamos líneas de conexión exteriores para arraigar el nuevo inmueble", explican Patrik Schumacher, Craig Kiner y el español Alberto Barba. Y, sin embargo, vestido con un traje que pliega el acero inoxidable hasta recordar al mejor Issey Miyake, el museo remite más a una armadura que a los senderos en los que dice inspirarse.
Es cierto que muchas de las salas interiores, de doble altura, sí son cruces de caminos en los que las más de 7.500 variadísimas piezas que componen la colección del centro (de ánforas griegas a videoarte) podrán contemplarse desde múltiples puntos de vista. Pero también lo es que el inmueble de hormigón, vidrio y acero se cierra, introvertido, ante el ajetreo y la vegetación del campus. Así, enigmático y sin embargo icónico, el edificio parece aterrizar, más que arraigarse, en medio del recinto universitario. Sin embargo, adquiere cierta ilusión de movimiento gracias a dos características del diseño: la cualidad Op-Art que confieren a la fachada las franjas de la estructura de acero y la tensión con la que, efectivamente, el volumen parece ser estirado desde dos de sus extremos.
Puede que la arquitecta se refiriera a esa tensión y a esos espacios de intersección cuando describió el inmueble como "una alfombra urbana". Hadid siempre ha defendido una odisea personal que la ha llevado, como ella no se cansa de recordar, "tratar de ampliar los límites de la arquitectura". Por eso, a lo largo de más de tres décadas ha pasado de fraccionar los volúmenes a suavizarlos en un intento por petrificar el movimiento. En esa búsqueda por solidificar las líneas fluidas ha empleado las huellas del ajetreo de las personas como patrón para generar las plantas y las distribuciones de sus diseños. Y ha formalizado esa ambición con volúmenes sinuosos, troceados o acorazados. Este museo participa del último grupo formal y comparte la estética acorazada con la Torre de Innovación que la arquitecta levanta en otro campus, el de la Universidad Politécnica de Hong Kong, que estará listo el año que viene. La variedad de soluciones formales para una misma ambición podría obedecer al fructífero momento que atraviesa el estudio. En solo un mes, han inaugurado cuatro edificios que combinan tiendas con oficinas en el complejo Galaxy de Pekín y también este museo norteamericano que lleva el nombre del empresario de Los Ángeles Eli Broad y de su mujer. El centro se abrió al público la semana pasada, pocos días antes de que Hadid ganara el concurso para levantar el nuevo estadio nacional de Tokio. Esta vez con un diseño sin armadura que recupera sus famosas líneas fluidas y que Tadao Ando, que presidía el jurado, alabó.
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